jueves, 24 de marzo de 2011

"Por sus frutos los conocereís..." (Mateo 7.16)


No basta con las palabras, hay que predicar con el ejemplo. En el mundo de hoy es fácil encontrar personas que se llenan la boca con discursos altisonantes; sin embargo, cuando hacemos un breve repaso por sus vidas descubrimos con asombro que todos sus actos han estado marcados por la vergüenza, el egoísmo y la mentira. Se la pasan hablando acerca de las diferentes formas de ayudar al prójimo; pero si un niño los aborda en algún semáforo y les pide una moneda, lo apartan de mala manera y lo miran con desprecio.
Por eso, para poder convertirnos en hombres íntegros, es preciso reforzar nuestros argumentos con acciones concretas; sólo así lograremos evitar el triste camino que conduce a la hipocresía.